Los cambios que la sociedad demanda necesitan años para arreglar porque deben incidir, finalmente, en lo más grande y complejo de una institución: Sus colaboradores. Su recurso humano que exige preparación, trabajo y acordes con la nueva conciencia y los nuevos conceptos de la seguridad y la justicia.
Los agentes de policía encargados de la vigilancia en las calles, los parques, los establecimientos comerciales, el transporte público y los alrededores de las viviendas representan la autoridad pública más próxima a la población. Sus cualidades profesionales han de ser tales que el público esté convencido que, de requerir su auxilio, contará con una ayuda oportuna y eficiente de su parte
No les compete la investigación de los delitos, pero es preciso que posean los conocimientos elementales que les permitan coadyuvar eficazmente con los servidores públicos encargados de investigarlos. Es indispensable que cuenten con buena condición física y que dominen las técnicas y habilidades imprescindibles que les habiliten para enfrentarse e imponerse a los delincuentes a quienes deban someter. Su proceder cotidiano debe ser tal que haga sentir a la sociedad, como ocurre en diversos países y ciudades del mundo, confianza en su policía.
Por ello, la formación de la policía debe de ser permanente y actualizada, impartida por profesionistas expertos en las distintas áreas, bien sean éstos integrantes del cuerpo o profesionales de otros campos. Nuevas formas de criminalidad, especialmente económicas, cada vez más sofisticadas y complejas, exigen una constante superación día a día.
Es necesario formar a los aspirantes y a los policías en activo en una cultura policial en la que prevalezcan las ideas de servicio público, respeto al ciudadano y conciencia de la importancia de las tareas de preservación de la seguridad de los individuos y de la colectividad.